Cambiarás, por mucho que no lo quieras, aunque te aferres a una piedra, te ates a ella con cadenas y te vendes los ojos para no ver que el tiempo pasa y con él, la vida que cambia, cambiarás mi amor, cambiarás.

Pues aunque infinita en el tiempo fueras, cambiará la roca, y la cadena. Y cuando alces la venda de tus ojos y en el agua tu reflejo vieras, cambiada te llorarias y ni reconocerte pudieras.

Y si cambiando a tu placer, lo que por fuera aparentas, para no cambiar y permanecer como eras, ni el agua te devolvería tu reflejo, pues serías tú, ni parecida si quiera, tan sólo tu propio desprecio se reflejara, por no haber cambiado en tu natural esencia.

Convencete de esto mi amada, convencete amablemente, así tu hermosura, la de dentro, la de verdad, la que te hace bella por fuera, seguirá cambiando siendo siempre tú, y no una figura de cera.

Y ya puestos en lo cierto, que mañana ya no serás la misma a la de hoy, te susurro en mis sueños, “decide bien mi amor, tú camino”, ese en el que no estoy, porqué “hay que avanzar” eligiendo vendar tus ojos y aferrarte a la piedra del no cambiar por fuera, y con ello querer guiar tu “destino” a lo que tú quieras, aunque ya no estaré yo.

Bien seguro eligiendo otro tiempo a otro y más tarde a otro, que te cuidarán y como dice el cantante, “nunca como yo”, y también cambiarán.

Extraña manera de avanzar, me pregunto siendo ya otro, quizás más cambiado por fuera, pues libre le dejo al tiempo que moldee mi rostro y mi cuerpo, como se dibuja en mi alma, cada día que cambia, por lo que hago, que es en verdad lo que dentro queda.

Dejar de quererte ya no podré, mi amada, pero ya no serás tú, será la que antaño fueras. Que por alejarme, sin poder agarrame a tus cadenas, forjadas solo para tí, en el fuego falso del no cambiar y ese extraño “así avanzar”.

Que por ello te quedaste atrás con los ojos tras la venda, sin pintar lo nuevo, sin el pincel de la verdad, pretendiendo en vano dictar lo que en tu alma queda.

Que no es la voz el cincel del alma, que no se moldea con el aire de tus labios, que más quisieras.

Que se forma implacable, con el impacto de tus pasos en tu danza en el cambiante baile del sentir dentro, lo que haces ahí fuera.

Y así, recordando a aquella, sonrío por la fortuna en la que nos cruzamos un tiempo, en aquel lugar de arena.

Y así lo guardo dentro con gratitud, esperando quizás que algún día vuelva a verla, mientras cambio, en mi recuerdo, sentado en mi nube, y juntemos la nariz, una vez más, el que era yo y la que tú fueras.