Camino por una carretera vacía, tampoco hay nadie en la playa y el sol me quema la piel.

Compro en el supermercado que sigue vacío , y en las calles no me cruzo con nadie.

En el cristal de un aparador veo mi reflejo, él sonríe y detrás de su mano está ella, que también mira el reflejo y le saca la lengua con una sonrisa.

No sé quién es, no la conozco, pero están ahí, y a este lado del cristal no hay nadie. Bueno, estoy yo, como una sombra gris.

Al cerrar la puerta de casa, siento lo absurdo de cerrar con llave.

En la TV veo que la carretera está llena y en la playa la gente juega a voley, o se bañan gritando.

Odio la TV y la apago

Estoy cansado, me duele, y ya no sé porqué.

Y me tumbo en el sofá y en el reflejo de la TV oscura, está ella en mi regazo, duerme, la acaricio el pelo y la miro sin cansarme. Él, el del reflejo, ni se da cuenta que estoy aquí, al otro lado mirándolos.

Cierro los ojos, y deseo desvancerme como un montón de arena en un soplo de viento. Quizás siendo un grano de arena volaría en ese mundo con colores, música, nubes blancas y el viento me sostendría en una cálida caricia eterna.

No se qué hora es, pero sigo aquí, siento mi corazón latir como un viejo reloj que le cuesta arrastrar los engranajes.

Giro la cabeza hacia la ventana y ya es de noche, no sé porqué compro en el supermercado porqué al final no me lo como, o puede que sí, no lo sé, y me da igual.

Hoy, de camino al trabajo, en estas calles solitarias, solo quiero evitar los reflejos, y me siento en mi mesa de una oficina vacía, pero mi correo está lleno.

El ordenador es lo único que ilumina mi rostro mientras escribo un texto tras otro, ya no miro el reloj para saber si acabé mi turno. Sencillamente se apagan las luces y entiendo que debo volver.

Hoy llueve y la acera está mojada, como mis pies, y mi pelo y mi ropa, porqué aunque tuviera paraguas, seguiría cayendo agua fría sobre mí.

Y cruzo sobre un charco, y fugazmente les veo en el reflejo del agua, saltando entre risas, pero cierro los ojos, ya no soporto verlos.

Y no oigo el frenazo, ni veo las luces del coche, pero si reconozco el dolor en la piel, en mi cuerpo que se rompe, porqué es el mismo dolor del viejo reloj que arrastra los engranajes en mi pecho.

Estoy en el suelo, y por primera vez veo gente que se agrupan alrededor, pero no oigo sus voces, siento que mi cuerpo se vacía en un charco de mi vida que ésta vez si calienta mi piel, pero por fuera.

Entre esas sombras que están llamando por teléfono, o me aprietan el cuerpo, la veo, es ella…

No sé quién es, pero sé que es ella porque la veo en colores y no en grises como a los demás.

Llora, aunque no sabe quién soy, se tapa parte del rostro, porqué ve a un tipo que inevitablemente se marcha, como un grano de arena que el viento alza en vuelo .

Y con la mirada le digo,

perdóname, si no me hubiera rendido…quizás hubiera visto a la gente de la calle, y quizás, hoy, te hubiera reconocido, quizás te hubiera sonreído y quizás por fin sabría tu nombre, puede que ahora estuviéramos tomado un café caliente mirando como llueve fuera, al otro lado del cristal, donde ya no habrá un tipo solitario mirando el reflejo.