Y no te das cuenta, y llega esa ola que te vuelca, te arrastra, te arrebata, y te hunde y no ves, no oyes, no sabes, no respiras.

Y luchas hacia todas partes y no llegas a ninguna, y luchas por salir fuera, en llenar tus pulmones y respirar de nuevo la vida. Y al fin llega, la superfície que brilla, y la sientes fresca en tu piel y la tomas sin límites…y emerges.

Y el corazón late fuerte, y tus ojos ya miran, tus oídos ya oyen, y al fin…flotas y se aleja la sombra que vino a prenderte.

Y entiendes, y lloras.

Y el miedo profundo se aloja, y tiemblas y gritas y nadas y esperas una voz que te guíe, una luz que se muestre… Pero sólo estás tu y tu deriva, sin ver lejos, solo oyendo cerca, subiendo y bajando a merced de la marea, que te sacude y se rie de tu vanos esfuerzos por volar hacia fuera.

Suéltalo, déjalo, entregate a la calma, relaja ya tu cuerpo y serena tu alma.

Suéltalo, abre las manos, desata tu pecho, y deja que el miedo, ese al que te agarras, se lo lleve la ola y con ella se vaya.

Y ahora flotas más, y te cansas menos, y ya no te hundes y miras al cielo, y sientes tus manos acariciando tu pelo, secando las lágrimas, y entendiendo de nuevo.

Y no te das cuenta y se acerca tu barca de donde no había nada, te encuentra ella sola, te espera con calma, al compás de las holas que quisieran llevarla.

Y estiras la mano y te agarra con fuerza, te mece en el aire y te acoge en cubierta, y sientes tu cuerpo ahora ya fuera, con el miedo ya lejos y un traje de esperanza.

Y los remos te miran, por si les dejas,llevarte de vuelta.

Y se acerca la arena, y con ella la vida, diferente a la de la partida, pues le soltaste a la ola tu miedo y tu muerte, que se hundan al fondo y ya no te encuentren.

Y ahora también lloras porqué tu alma es fuerte, porque no te das cuenta y derrepente entiendes, que si aprendes de la calma y miras al cielo y te sueltas del miedo y , solo entonces, acude tu suerte.