Y al acantilado llegan princesas, con sus mejores vestidos, sus mejores sonrisas, caminando hacia el vacío, sabiéndose sin alas, y ensuciando sus galas a cada paso hacia la nada, en una locura por no haber entendido.

En sus ojos veo cegadas, la mirada de lo que en el momento han querido, sin visión, ni perspectiva, de un bajón haciendo una vida, en los reflejos buscando una diva, de cristal jaulas abiertas de palabras nunca nombradas.

Lo ganado, lo construido quedó abandonado en la encrucijada, para nada azaroso, para todo elegido, para siempre efímero, llegaron al siguiente cruce, donde tomaron un nuevo giro hacia ninguna parte, hacia el abismo, donde espera un breve vuelo y al fondo frías rocas, su triste verdad, su corazón partido.

Si supieran cuanto andan perdidas en sus infieles sonrisas, fáciles, regaladas, para todos, para el primero que llegue, para el último del dia, y después… después vendrá otro, con otra luna prometida, siendo otra mentira, merecida y sabida, sin buscar la salida de su laberinto roto.

Que no ven corazones donde alojarse, verdades que cuidar con el alma, pues son hogar, proyecto y cobijo, la cruz en el mapa, el sol sostenido, la mirada sincera con una vida entendida que ya sin mentiras, volar es más fácil, sin cruces, ni giros, ni sonrisas fingidas y con el viento en la cola, con lejano destino, un disfrutar del camino, confiado y compartido y al final de la mano, saltar de este mundo al siguiente encontrando el sentido.

Y en la distancia mirándolas, con el corazón compungido, entiendo que no hay más remedio, que no ven lo que vales, que no soy opción, soy verdades, que volar ya sabes, que de nada valdría contarles.

Sin explicaciones, con la mirada lejos me aparto, de sus laberintos inertes, extiendo las alas, aun grandes, hermosas y fuertes, las bato en vuelo, y entonces entienden, que se marcha su ángel, se marcha su sueño, que no era su dueño, más su compañero, de su mano desprendidas, que se pierde en el cielo, sin miradas pérdidas.

Quedándose ellas en el suelo, junto a una jaula rota, que yace en silencio, en sus barrotes escritas sus mentiras, sus juegos con un lazo envueltos, un regalo de vuelta de lecciones aprendidas.

Y al acantilado llegan, de sus caprichos esclavas, sus sonrisas tornarán muecas frente al abismo obligadas.
Quizás levanten la vista buscando de nuevo unas alas, que ya sobre nubes doradas que no volverán a buscarlas, se perderán los abrazos, las canciones, las sonrisas, los latidos, que a lo lejos ahora vuelan, en su ángel perdido.