Hola a todos,

Hoy quiero hablarles de una palabra que ha cobrado una importancia asombrosa en nuestras vidas: “El Algoritmo”. Suena casi como el título de una película de ciencia ficción de los años 80, ¿verdad? Pero en lugar de ofrecernos un futuro utópico o distópico, se ha convertido en el chivo expiatorio o el héroe de muchas de nuestras interacciones diarias.

“Aprobado por el algoritmo”, “el algoritmo decidió”, “no puedo hacerlo, el algoritmo no me deja”. ¿Cuántas veces hemos oído frases similares? El algoritmo ha pasado de ser un simple procedimiento matemático a algo que se asemeja a una entidad independiente con secretos oscuros y poderes mágicos.

Permítanme ser claro: un algoritmo no es más que un conjunto de instrucciones matemáticas creadas por humanos. Sí, lo han oído bien, CREADAS POR HUMANOS. Y si bien es cierto que los algoritmos pueden realizar tareas complejas, también son falibles, sesgados y a menudo requieren ajustes.

Decir “el algoritmo lo hizo” es como decir “mi cuchara me hizo comer demasiado helado”. Sí, la cuchara te ayudó en el proceso, pero quien tomó la decisión final fuiste tú. Entonces, ¿por qué dudamos en cuestionar las decisiones tomadas por los algoritmos como si fueran dictadas por un oráculo?

Quizás es hora de desmitificar “el algoritmo” y recordar que, en última instancia, los humanos están detrás de su diseño, implementación y mantenimiento. Aceptar que un algoritmo es solo un conjunto de reglas matemáticas podría ser el primer paso para tomar decisiones más informadas y responsables, tanto en la vida virtual como en la real.

Así que la próxima vez que escuches la palabra “algoritmo”, en lugar de imaginar una entidad todo poderosa en algún rincón del ciberespacio, piensa en un grupo de ingenieros y matemáticos que probablemente aún están tratando de perfeccionarlo.