en el año 2021 viajé a Polonia a pasar las navidades, he de confesar que era un viaje especial dado que tenía la expectativa de conocer personas excepcionales. Tuve la gran suerte de llegar al aeropuerto de Katowice completamente blanco. Hacía dos años que no nevaba en Polonia por aquellas fechas.

Mi primera sorpresa fue el coche… bueno los coches polacos, las mismas marcas, los mismos modelos y colores, pero su corazón, su motor, era duro , rudo, fuerte , preparado para soportar temperaturas muy por debajo de la congelación. Y aún más impresionantes, las ruedas, en la cultura polaca , hablar de cambiar ruedas es como hablar de cambiar la ropa.
Preparadas para circular por nieve y hielo, sin usar cadenas, salvo, claro está en condiciones muy extremas.

Los coches polacos tienen un poco del carácter de los que los conducen.

Los servicios de limpieza de carreteras (de nieve) están años luz de los de aquí. Lógicamente.

Llegamos pronto a Auschwitz, me acompañaba Alexandra Dynas, fotoperiodista nacida en Polonia, y viajera del mundo entero.

Las líneas de autocares y autobuses están perfectamente organizadas para trasladar a los turistas de un sitio a otro, los parkings son grandes.

Ante mis ojos, llegaba a ese lugar que se quedó en mi rutina en la infancia, a causa de la emisión de una serie llamada “Holocausto” en la primera cadena de Televisión española.

Cuando eres pequeño y ves una representación más o menos fidedigna de lo ocurrió en aquel lugar, creas tu propia narrativa de terror, porqué la primavera de 1940 tampoco estaba tan lejos en el tiempo, fue el nefasto año en que se inauguró.

Por tanto mi autosugestión estaba activada mucho antes de ni siquiera levantarme de la cama ese día.

Lo primero que encuentras antes de pasar los controles de seguridad, son todos los monolitos de las instituciones tanto polacas como internacionales que rinden homenaje a los millones de personas que allí fueron exterminadas. Vale la pena prestar atención a los mensajes que expresan cada uno de ellos.

Estas instituciones, en su momento, tuvieron que decidir qué hacer en aquel lugar y finalmente se optó por conservarlo como un museo para mostrar a la humanidad, hasta donde somos capaces de llegar los seres humanos

Finalmente nos agrupamos el grupo de turistas de habla hispana, que vamos a ser guiados por una profesora de la población, que eventualmente hace de guía en el campo, y que confiesa que se le hace tan duro, tener que recorrer el lugar, explicando, recordando y viviendo los detalles de lo que ocurrió en cada rincón del lugar. Aunque, esa actividad la hace sufrir, se siente comprometida con su cometido.

No puedo reproducir exactamente sus palabras, pero fue algo así como:

“El campo de exterminio de Auschwitz fue un conjunto de campos de concentración y exterminio situados en la Polonia ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

El campo principal, conocido como Auschwitz I, fue establecido en mayo de 1940 y funcionó hasta enero de 1945, cuando fue liberado por las tropas soviéticas. (Previo acuerdo con el resto de naciones aliadas, la crueldad nazi se había cebado espacialmente con los rusos y querían enviar un mensaje a la cercana Alemania.)

Durante su funcionamiento, más de un millón de personas, principalmente judíos, fueron enviadas a Auschwitz y asesinadas en sus instalaciones. Los campos de exterminio de Auschwitz-Birkenau y Monowitz-Buna, también conocidos como Auschwitz II y Auschwitz III, respectivamente, comenzaron a funcionar en 1942 y también funcionaron hasta enero de 1945.”

Alguien preguntó algo incómodo frente a una imagen aérea del campo I, la respuesta de la profesora fue que la existencia de todos los campos de exterminio y lo que allí ocurría, era conocida por las naciones aliadas contra los nazis.

Y aunque hubo quién quiso dirigir alguna operación militar para destruirlos, los aliados dijeron que “había otras prioridades estratégicas”. Y de pronto, empezaron a sobrarme los monolitos que había encontrado en la entrada.

La siguiente pregunta, fue si el pueblo alemán sabía lo que estaba sucediendo en ese y otros campos de exterminio en el territorio ocupado de Polonia. Si, fue la respuesta, el pueblo alemán sabia de escondidas, lo que estaba pasando, pero la máquina publicitaria de los nazis les permitía hacer piruetas emocionales, primero todo pasaba lejos, en los campos de Polonia y después, ya era más visible y evidente, en los campos que se construyeron en la misma Alemania.

Pero cuidado, no nos confundamos, los ciudadanos alemanes no eran diferentes a los ciudadanos de cualquier otro lugar, el pueblo español también sabía lo que ocurría, y el dictador Franco, era un aliado cobarde y a la sombra de Hitler, diciendo con la boca pequeña que España era un país neutral, mientras los aviones nazis bombardeaban Guernica, que inspiró la obra de Picasso.

Los ciudadanos españoles también sabían, tanto es así, que en Auschwitz se celebró una boda, una española y un español prisionero. Franco intercedió frente a los alemanes por los intereses de aquella “señora” que embarazada de su marido prisionero, ya que en España una mujer soltera con hijos no tenía ningún futuro, necesariamente tenía que ser viuda. Y así fue, se celebró la boda en el campo de concentración, el mismo día la novia volvía a su casa y el novio era ahorcado.

Así que no nos equivoquemos, ser alemán no tenía casi nada que ver. Te puedo decir que el genocidio de Ruanda fue un episodio de violencia masiva y matanza de masa que tuvo lugar en Ruanda en 1994, (casi 50 años después del genocidio nazi). Durante el genocidio, miembros del pueblo tutsi y de la minoría hutu moderada fueron masacrados por extremistas hutus. Se estima que entre 500,000 y 1,000,000 de tutsis y hutus moderados fueron asesinados durante el genocidio, que duró aproximadamente 100 días.

100 dias de hutus asesinos, 5 años de campos de exterminio Auschwitz a pleno rendimiento, resultado parecido (1.000.000 de personas asesinadas).

Curiosamente el señor Jacobo Drachman, superviviente de Auschwitz, al que llegó junto a su padre en 1944 por obra de los propios polacos que sacaron a su familia de su casa, dijo en una entrevista “El genocidio lo recoge hasta la Biblia: el primer genocidio lo cometió Caín al matar a Abel, porque mató al 25 por ciento de la población mundial con ese acto”.

Drachman de 83 años en el momento de la entrevista, cumplió su venganza contra los asesinos y recordó y contó para que no se olvidara, todo lo que vio, con los ojos de un niño de 9 años, dentro de aquellos bloques.

Y bueno, contra todo pronóstico, en el año 2022 Rusia invade Ucrania en una guerra que dieron que no era guerra, mientras en ciudades ucranianas idénticas a la de cualquier país europeo, se convirtieron en escenarios de pesadilla. Tardará un tiempo aún para que salgan a la luz los campos de concentración que seguro han creado ambos ejércitos, de momento las fosas comunes encontradas en las cercanías de esas ciudades, ya demuestran que, como mínimo, la memoria ha empezado a fallar y aflora algo característico de nuestra especie que nos cuesta reconocer.

Por eso digo, “hasta donde somos capaces de llegar”, los seres humanos.

Volviendo a Auschwitz, Iniciamos el recorrido, y llegamos a la archiconocida puerta del campo I, la de la fotografía, la de las películas. “Es trabajo os hará libres”, rezaban las letras sarcásticas de los nazis.

Y al pasar la doble valla de alambres y torretas de vigilancia, vi un lugar que me pareció muy familiar, un complejo de edificios de igual arquitectura, de iguales ladrillos, colores y techos, organizados en calles rectas y perpendiculares entre ellas.

Casi idéntico al cuartel donde me habían enviado a hacer el servicio militar en Zaragoza.

Y es qué, las instalaciones del campo I, habían sido en origen exactamente eso, un cuartel militar polaco construido sobre unos terrenos dedicados a la doma de caballos.

A partir de ahí, la cosa cambió, la narración de la profesora era detallada y, para los que tenemos cierto grado de empatía, de emoción disimulada y contenida.

Sin censura de ningún tipo, cada edificio recorrido tenía sus propias historias, que, bien pudiera ser por la sugestión, lo podía notar en todo lo que me rodeaba.

Pero bueno, si damos credibilidad a personajes famosos como Sadhguru, como lo hizo la ONU en su momento, los Ashram en la india son lugares de energía vital donde las personas acuden a sanar por medio de esa energía que quedó al ser un lugar de iluminación, por tanto, los Auschwitz bien pudieran ser fuentes de energía totalmente opuesta.

Todo depende de tus creencias, tu sensibilidad y predisposición, por la parte que me toca, podría asegurar que tanto la profesora guía, como yo, la sentíamos.

Patio con el muro de fusilamiento al fondo, y los postes de ejecución.

Recorrimos las calles tanto del lado masculino como femenino, entramos en diferentes edificios, llamado bloques, el patio de la muerte donde eran fusilados prisioneros, que al grito de “No nos olvidéis”, pero al pasar frente al bloque que llevaba el número 10, pudimos ver que tenía unas puertas metálicas cerradas firmemente.

El bloque número 10 del campo Auschwitz I, fue y pienso que sigue siendo, el infierno en la tierra, ni el mismísimo Dante se le hubieran ocurrido las barbaridades que sucedieron en el bloque número 10, la casa del mismísimo diablo, entraban hombres, mujeres, niños y especialmente niñas, para caer en manos de un “equipo médico” para la “investigación científica”. Estos son los nombres: de los principales “médicos”

El infierno sobre la tierra

Carl Clauberg,

Horst Schumann, E

duard Wirths,

Bruno Weber

August Hirt

Evidentemente, en mi mente apareció el nombre del “Doctor” Mengele, que se dedicó en la selección de los prisioneros que bajaban de los trenes, para enviar a unos a la cámara de gas directamente y otros para que trabajaran en el campo de concentración, entre otras indescriptibles barbaridades y con la papeleta de “la solución final” que Hitler había acuñado y soltado al aire para ponerle un nombre a todo aquello.

Así que, los terrores de mi infancia, en los que al descubrir su existencia me hacían creer en que la maldad podía tomar forma humana, resonaron por mi cuerpo, dado que mis pies y yo, se encontraban frente al bloque número 10, donde él y otros como él habían estado, no hacia demasiado tiempo.

Lejos de que puedas pensar, esa experiencia, para mí fue en cierto grado terapéutica, mis emociones de terror escondido de la infancia, transicionaron hacia emociones que ahora en edad adulta pude modular y gestionar, liberándolas de un lugar que me hacían más daño que otra cosa.

A la hora exacta del programa de la visita salimos del campo I, para subir a unos autocares, que transportaban grupos de visitantes al campo II. Si te despistabas, allí te quedabas.

Y nos bajamos frente, ahora sí, a la verdadera puerta de la muerte.

Unas vías de tren, atravesaban un arco de ladrillos y unas instalaciones, y conducían a un descomunal complejo de barracones, vayas alambradas y electrificadas, cámaras de gas, hornos… todo organizado en 2,5 km por 2 km.

Estaba frente un complejo industrial de la muerte.

La mayoria de los barracones fueron desmontados para aprovechar la madera-

Himmler al apreciar los “buenos resultados” de los procesos y rendimiento de las dos cámaras de gas del campo I, consiguió que la idea fuera magnificada, y allí estaba el gigantesco campo II, solo que, el campo II no iban a haber prisioneros que trabajaran, si no que iba a ser un lugar para exterminar industrialmente.

Las personas que sobrevivían al viaje de los trenes de la muerte (con capacidad de unas 2500, en ocasiones más, que coincidía con el número de personas que podían “procesar” las cámaras de gas) en condiciones indescriptibles, pasaban por debajo de esa puerta, para no volver jamás.

La nieve y el frio hacía difícil entender cómo podían haber sobrevivido personas en aquellas condiciones en bloques, que, aunque tenían chimeneas, nunca se encendieron.

Como en el campo anterior, todo estaba cuidadosamente organizado, los hombres en un sector, las mujeres en otro. Las cámaras de gas bajo tierra, los prisioneros/as, niños y niñas incluidos seleccionados como inútiles, dejaban sus pertenencias a pie de tren, escribiendo sus nombres en las maletas, con intención de recuperarlas después, algo que no iba a ocurrir.

En fila, recorrían un circuito, siendo informados que iban a higienizados, cortándoles el pelo, desproveyéndoles de su ropa, para tomar una ducha de la que después iban a recibir sopa caliente y alimentos.

Recorrimos solo un trozo de esas vías, suficiente como para sentir que la realidad superaba la ficción que tenía en mi mente.

La ducha, ya puedes imaginarte de que tipo era, del tipo gas ZyKlon-B, barato y de eficiencia cuestionable. Así que loas 3000 personas que ocupaban una cámara tenían una muerte más que larga y horrible. En fin, que cuando retiraban los cuerpos, aun había que seguía agonizando.

Íbamos a entrar a una de las cámaras de gas, y la guía preguntó que, si alguien no se sentía en disposición de hacerlo, se reunieran al otro lado del recinto.

Si me hubieran preguntado en mi casa, si en esa visita iba a enrar en una de esas cámaras mi respuesta hubiera sido un rotundo no. Pero una vez allí, no tuve dudas.

Recorrí una angosta rampa, un pasillo de cemento, y llegué a una amplia sala, que obviamente había sido “humanizada”, para que fuera posible visitarla y visualizar todo el proceso, unos pasos más allá los hornos. Donde se había incorporado una funcionalidad de recogida de prótesis, dientes de oro y demás que iban a sr utilizados por los nazis.

Entrada a una cámara de gas
cámara de gas
Hornos

No cuento las anécdotas que la profesora, allí nos explicó, dado que visitar ese lugar debería ser parte de los programas educativos, quizás así, recuperaríamos la memoria, y las guerras, volvieran a ser frías.

El 24 de noviembre de 1944, ante la proximidad de las tropas soviéticas, la propia SS intentó ocultar las cámaras de gas, destruyéndolas todas, menos una. Que seguía en funcionamiento, hasta que los prisioneros que no habían conseguido matar, eran evacuados a pie.

Y si, esas supuestas filas de personas evacuadas del campo iban dejando cuerpos a su paso, porqué es cuesta mucho comprender, como los que podían caminar, lo hicieron y sobrevivieron.

A la izquierda se conservan algunos barracones del sector femenino

Los prisioneros rusos que llegaban a aquellos campos, eran tratados mucho peor que cualquier otro prisionero, le dejo el disgusto de contarlo a la profesora para cuando lo visites.

Pero cuando las tropas soviéticas llegaron, ‘encontraron, medio campo destruido, las maderas de los barracones habían sido usadas para calentar a las tropas nazis durante “la evacuación”.

Y acabo, si, hubo supervivientes, dieron testimonio en los juicios, escribieron y contaron que buscaran enterradas botellas con escritos en los campos, dado que allí se narraban historias de personas y que otros prisioneros que trabajaban en el campo, les concedieron la gracia de enterrar en lugares desconocidos.

Sea par siempre y para la humanidad un grito de desespero y unas señales.

Ahora ya casi no quedan personas que sobrevivieran, el tiempo es así, cada señal de desesperanza de la humanidad, pasa al recuerdo, y con un poco más de tiempo, ni eso.

La última historia que me contó la profesora es que hubo un matrimonio de prisioneros supervivientes que no se marcharon.

Se quedaron para cuidar el museo, la memoria, el recuerdo de lo que allí pasó. Y que ya ancianos continuaban en las puertas del campo, para recibir a los visitantes y mantener la promesa del “no nos olvidéis”.