Una sola raza, la raza humana

El color de la piel no solo es negro o blanco, el género no sólo es hombre y mujer, la altura no solo es altos y bajos, el tamaño de las orejas, la forma de la nariz, la textura del pelo, el color de los ojos…

Somos distintos si, pero no desiguales.

Cada ser humano es único, cada huella dactilar lo demuestra, no ha habido, no hay y no habrá nadie con los mismos dibujos en tus dedos, así que has decidido sentirte mejor que otros por ser diferente, no busques encontrar iguales, porqué no los hay, estás solo.

Somos seres humanos, todos, te guste o no. Y en este siglo dónde estamos más “conectados” que nunca antes en la historia de los humanos, seguimos igual de separados por no saber pensar más allá de nuestro armazón .

Encontramos sentido a la desigualdad, cuando los órdenes socio económicos se desequilibran entre los grupos sociales donde abrazamos una identidad inventada que nos proteja y nos sostenga, sea una nación, una idea política o el apellido de una familia.

Si la comida es escasa, las personas se miran con recelo para ver quien tiene acceso a ella.
Si no hay donde vivir, las personas se disputan el mejor espacio donde sea que se encuentren.
Si no hay trabajo y necesitamos dinero, poco a poco, abandonamos los principios y los valores, la moral y las creencias hasta encontrar una fuente de ingresos que nos de acceso a los recursos.

Y así ha sido desde que empezamos a vivir en grupos de cazadores recolectores hace miles y miles de años.
Los neandertales ( seres humanos también ) se extinguieron ante la superioridad intelectual de los Homo sapiens y a partir de ahí hemos seguido masacrandonos a lo largo de la historia. Época tras época.

La cooperación ente humanos pasó a ser clandestina, se puso precio a las ideas, a los inventos, a las medicinas, al suelo… nacieron las élites y las oligarquías, que tampoco cooperan entre ellas.

Hasta el siglo pasado, cuando después de la guerra más cruel y atroz de los tiempos, en la que se exterminó a millones de personas por absurdas ideas inventadas que nos convencieron en que los humanos somos diferentes y desiguales. Cuando escalamos en el odio a los otros, hasta inventar unas armas lo suficientemente devastadoras que podían acabar con todas las formas de vida, sin diferenciar razas, creencias, naciones o cualquier forma de identidad humana.
Solo fue entonces, cuando la aniquilación de todos, era plausible y cercana, nos dimos cuenta de lo iguales que éramos frente a la muerte.
Y entonces, se sentaron y se crearon los denominados “Derechos humanos” que hoy, no es más que papel mojado.
No se enseñan, no se sienten, no se viven.
De nada sirven si el humanismo es solo una idea.

Siempre seguirá existiendo el nosotros y el ellos. Porqué el “nosotros” lo entendemos en pequeño.

Tan solo y con reservas, humanos que se sentían diferentes y desde siempre enfrentados, se unieron para colaborar juntos a gran escala. Y fue para aniquilar a otros humanos que en su loca creencia de que la verdadera opción era humanismo genético y con ello estaban conquistando el mundo a la fuerza, matando, aniquilando a la voz de un solo líder.

No tenemos remedio, no nos damos cuenta que aquí estamos de paso, no nos importa cómo queden las cosas cuando nos vayamos.

Nada de lo que puedan sostener tus manos te lo llevarás cuando mueras, ni el dinero, ni las armas, ni las casas, ni las ideas, ni los inventos, pues lo tangible aquí, se queda aquí.
Que banal es una vida orientada solo a eso.

Muerte, odio, racismo, fuego, armas, sangre, humanos odiándose … esto es lo primero que hemos sido capaces de hacer tras permanecer escondidos en nuestros hogares porque un virus nos amenazó a todos, un virus que traía un mensaje “ no me importa quien seas, ni como seas, quiero acabar contigo, con todos, yo no hago distinciones, me llevaréis de unos a otros, especialmente a los que más cerca tengáis, améis, abracéis “.

Y no aprendimos nada, salimos a las calles, salimos para protestar, para sostener y levantar lo de antes, el nosotros y el ellos.

El virus sigue ahí, sin cura, sin vacuna, propagándose, esperando su otro momento.
¿ Cuando llegue el frío? ¿Cuando mute en una nueva cepa? Da igual, seguiremos sin estar preparados, pues lo que ven hoy mis ojos en el mundo es tan desalentador que lucho por no darme por vencido.

Alguien dijo, ei! Ya pasó todo! Sigamos con lo que estábamos haciendo.
Pero, en realidad decía, la economía mundial se desploma si nadie trabaja, el dinero no fluye si están escondidos en sus casas.
Para combatir su miedo, hay que crearles la necesidad, y otro shock para que olviden el primero.

Y ahí están, con el mundo ardiendo.
Felicidades, lo consiguieron, lo que viene mañana no será mejor.

Me aferro a la idea de que quizás unos pocos, si entendieron, y en silencio y sin ruido, empiezan a colaborar como humanos, diferentes, pero iguales, sabiéndose que existen ellos, los que no entienden, quizás, solo quizás, en algún momento, puede que tarde, estos ellos con sus armas, sus dineros miren a los “otros” comprendiendo.
Que solo somos uno, metidos en una bola azul en el cielo, que esconde una anomalía en el universo conocido, lo llamamos vida y no tenemos ni idea de que hacer con ese privilegio.