El día de mi muerte no me hizo ninguna gracia.
Hace tiempo leí un libro de David Safier cuya primera frase decía :
“El día de mi muerte no me hizo ninguna gracia”.
Creo que es una de las mejores primeras frases que he leído en un libro de humor.
Aunque para la mayoría de gente les parezca una obviedad de mal gusto, a mi me generó una sensación agradable, una especie de normalización de la muerte, como algo sobre lo que se puede valorar desde un punto de vista cotidiano, como quien habla de un chiste o una discusión con su gestor bancario.
Y es ahí donde se encuentra lo interesante de la frase.
A nadie, en ningún sitio, ni en ninguna cultura o religión le resulta agradable hablar sobre el fin de la vida. No nos resulta extraño porqué destinamos todos nuestros recursos tanto biológicos, culturales, religiosos o espirituales precisamente para evitarla, aunque sepamos a ciencia cierta que es algo que no vamos a poder eludir de ninguna manera.
Así que durante nuestra existencia sentimos temor al misterio que supone el momento crucial de la muerte, solo comparable con el nacimiento.
Sentimos temor porque estamos seguros de que dejaremos de existir en el mundo tal como somos capaces de conocerlo e interpretarlo, nuestros seres queridos, amigos o mascotas mueren y no vuelven nunca más y ese es un hecho objetivo. Cuando morimos se pone fin a todos los objetivos, metas, esfuerzos , alianzas y proyectos que cualquiera se haya propuesto para dar sentido a su vida, y eso, evidentemente, da miedo y desazón.
No en vano, los reyes, dictadores, emperadores y demás “ores”, ante la realidad de su desaparición, sienten la necesidad de perpetuar su paso por la vida, con grandes estatuas , monumentos o pirámides.
Un biólogo darwiniano nos diría que, la vida de todas las especies gira entorno a un ciclo de supervivencia, reproducción y muerte.
Que la reproducción es el proceso de perpetuación de las especies en el mundo, en un largo y azaroso camino evolutivo de transmisión de ADN.
Así, desde este punto de vista biológico, la vida tiene sentido si nos reproducimos, puesto que nuestra transmisión genética puede esconder una pequeña variación que sea la adecuada para que nuestra estirpe sobreviva mejor en este entorno. Todo lo que hagamos , pensemos, construyamos o ahorremos, más allá de la reproducción, es efímero.
Esta explicación hecha pública hace 500 años hubiera sido considerada una herejía en la gran mayoría de religiones, y con ello una condena perpetua en un oscuro calabozo o la misma muerte en manos de los mismos religiosos del ” no matarás “.
El propio Darwin guardó en un cajón su teoría de la evolución durante 25 años precisamente para evitar ese oscuro destino, que bien conocía al ser Trinitario y recibir de su confesión toda financiación y sustento.
Así que, cuando digo religión, hablo de una forma inventada que los humanos hemos encontrado para protegernos de una realidad objetiva y poco alentadora.
La fe, nos habla del misterio de la vida y de la muerte, nos habla de porqué estamos aquí y a dónde iremos cuando llegue la muerte.
Toda la larga lista de diferentes formas de fe, existen y se han perdurado en el tiempo precisamente por dar las respuestas adecuadas a las mentes de seres humanos que no quieren morir. Tanto es así que les complace la idea de transicionar de una vida en un cuerpo biológico a otra vida etérea en un plano espiritual.
Per… ay.. si, hay un pero, lo que bien pudiera haber empezado en la boca de un chamán homosapiens alrededor de una hoguera junto con los de su tribu explicando lo que era un trueno o lo que sanaba a sus enfermos, sin más expectativa que contribuir a la supervivencia colectiva, fue ganando poder porqué daba respuestas a lo que ninguno podía. Los propios líderes de esas tribus acababan recurriendo a esas explicaciones para encontrar orientación o sosiego en sus decisiones.
Las hambrunas, los cataclismos, las epidemias y las propias guerras fueron calando en nuestra psique que la fe era el lugar de refugio y esperanza para continuar con vida, y por lo tanto la fe fue concentrando poder y más poder.
Parece que la codicia es un rasgo tan antiguo que a lo largo de la historia, los codiciosos, en su anhelo de poder, se hicieron con la fe y la reformularon para el control social y de paso para su enriquecimiento, y crearon la iglesia o templos, con sacerdotes, gurús o personas sagradas que hablaban directamente con Dios o eran Dioses humanos así que la fe, además, fue construida para decir cómo debemos comportarnos durante nuestra vida, si obedecemos, el lugar donde vayamos una vez muertos sea un paraíso o un infierno eterno de dolor y castigo.
El paraíso para los buenos feligreses y el infierno para los herejes que ponen en peligro su poder con ideas inaceptables.
Sin embargo, fue el mismo poder el que puso fin a la Iglesia.
Cuando la iglesia gobernaba sobre los otros poderes sociales y los sometía a rígidos dogmas para encauzar las voluntades, necesitaba promover el crecimiento, y así hacer frente a las amenazas terrenales de sus feligreses y protegerse de sus enemigos y conservar el poder. El crecimiento requería investigación y la investigación dio respuestas a cuestiones que solo la fe había dado hasta ese momento.
Y a cada respuesta caía un devoto, pues muchas de esas respuestas desmontaban los mitos religiosos vigentes hasta ese momento.
Un ejemplo sucedió con el descubrimiento de los microorganismos que se colaban en nuestros cuerpos y nos causaban enfermedades invisibles hasta ese momento, Y la ciencia encontró la manera de combatirlos y sanar a los enfermos, que dejaron de estar poseídos por demonios y la gente paso de rezar a vacunarse.
Pasó el tiempo y poco a poco se ha cambiado de filosofía de vida abrazando el humanismo y acercándonos más al Edonismo de Epicuro y el cinismo de Diógenes abandonando al sufrido y fiel Cordero de Dios, que esperaba su recompensa después de la muerte.
Así la iglesia erró, o no pudo contener, la curiosidad humana, que ha seguido dando respuestas , a veces por casualidad y otras por un interés especial, hasta el punto de poder explicar la creación del propio universo.
Con ello el poder lo marcaba el conocimiento científico, piense el lector como se ganó la II guerra mundial en 1945. Pero la ciencia necesita financiación para seguir avanzando y mejorando.
Finalmente después de un triste recorrido de gestión corrupta de la financiación gubernamental, hoy la financiación la controlan las grandes multinacionales, que no tienen la obligación legal de servir a las naciones y que enfocan sus miles de millones hacia un interés u otro. Y no, la financiación ya no está en manos de los gobiernos, el doloroso camino de las sociedades “democráticas” ( el poder reside en el pueblo) sucumbió ante el gigante y poco escrupuloso capitalismo, que derroca gobiernos o rentabiliza guerras o cataclismos.
La privatización de los servicios que otrora fueron públicos como la seguridad, la sanidad o la educación concentra el poder en las empresas privadas cuyo objetivo final es ganar dinero y no tanto curar a la gente, protegerla o educarla.
Hoy empresas farmacéuticas están ingresando miles de millones para encontrar la cura y vacuna al Coronavirus Chino, las miles de muertes en China y el terror de la expansión global del virus los está haciendo ricos, un nuevo caso para un nuevo libro de Naomi Klein y su reveladora “Doctrina del Shock”.
Así que, aunque seamos capaces de identificar exoplanetas a miles de millones de años luz que podrían albergar vida, seguimos muriéndonos y seguimos sin desvelar el misterio, y lo que es peor, hemos apartado a la fe y ahora nos abrazamos a los fármacos para arañar un día más de vida.
Si bien es cierto que Eduard Punset, como divulgador científico defendió que el cuerpo humano no contenía ninguna función en sus genomas para morir, es una realidad que, de media, no pasamos de los 80 , 90 años, igual que hace miles de años, solo que ahora la esperanza de llegar a esas edades es más alta.
Y el misterio científico sigue ahí sin respuesta, y es que , bajo mi forma de ver, hay un error en la arquitectura de la cultura y por ende en la ciencia.
Platón desdeñó las emociones del pensamiento filosófico, las definió como una interferencia de la razón. Y no podía estar más equivocado. Hoy ya es un hecho demostrado que las emociones rigen la razón.
La tecnología aún es incapaz de descifrar en nuestro cerebro el miedo , el placer, el amor, el odio, la codicia o la vergüenza.
No existe ninguna inteligencia artificial que sienta pena porque un usuario no está satisfecho de sus procesos, ni rabia cuando alguno de sus componentes se estropea.
Y eso nos da la pista a que las emociones en realidad son el motor de nuestra capacidad cognitiva, está demostrado que antes y después de una decisión experimentamos emociones, y eso aleja a Platón y a Spock del conocimiento de la mente humana.
No digo cerebro porqué la ciencia sí que sabe que ocurre dentro de nuestro centro de mando, potentes reacciones electro químicas estimulan miles de millones de neuronas, que, de alguna manera, almacenan información y crean nuevas conexiones neuronales para seguir aprendiendo y así dirigir un sistema nervioso que sostiene el resto de funciones vitales.
Pero la ciencia sigue sin tener respuesta respecto a cómo transicionan esas reacciones electro químicas en emociones. Ni siquiera Noah Harari , en sus maravillosas predicciones y fuente de reflexión tiene en consideración las emociones, ni tampoco la música, que aunque suene raro, es un error denostar su existencia como fuente de comunicación masiva y el enigma que encierran los efectos de esta en la psique humana. No se me ocurrirá nunca criticar su trabajo, pero he echado de menos la presencia de estas dos cuestiones en sus libros de obligada lectura.
Emociones, decía, que a la suma construyen un carácter y una individualidad en cada uno de nosotros, de la misma manera que no ha habido, no hay y no habrá otro ser humano con las mismas huellas dactilares.
Así, la actividad en nuestro cerebro es única y nos dota de lo que ahora la ciencia llama “mente” o “conciencia” y los religiosos vienen llamando alma.
Los primeros no pueden negar que la energía no se destruye, sino que se transforma y los segundos no les hace falta aportar nada más.
Luego, si la mente, que rige nuestras emociones por ende nuestras decisiones y capacidades cognitivas existe en forma de energía, la muerte no puede ser una destrucción o extinción si no una mera transformación.
Así que la arquitectura cultural de hoy en día basada en la escuela de Platón y en el planteamiento binario del bien/mal , bueno/malo , acierto/error, convulsiona ante la mecánica cuántica que pocos saben explicar del como un gato en una caja puede estar vivo y muerto a la vez o de como el espacio tiempo puede doblarse.
Va resultar costoso deshacer los dogmas y crear nuevos cimientos con planteamientos fundacionales tan diferentes, más cuando nuestras nuevas generaciones no piensan en cómo crear una disrupcion en el sistema basado en el capital y su doctrina de shock gestionado por élites, en el que solo estos podrán comprar otros 80 años de vida, quedando estas nuevas generaciones al margen y produciendo riqueza a esas élites.
Dado que el capital necesita trabajadores, seguiremos llevando a nuestros hijos a escuelas con timbres y patios de cemento, con pupitres como potrotipo de un puesto de trabajo donde pasarán 8 horas diarias, para con suerte, encontrar un trabajo que les permita pagar al banco la hipoteca de la casa, donde probablemente procrearan si los medicamentos para controlar sus trastornos emocionales se lo permiten y finalmente j35 años después podrán jubilarse y cobrar su pensión del estado.
Cuidaran a sus nietos cuando sus hijos quieran darse un respiro, con lo que la pensión les permita, para luego ver por la ventana de la residencia de ancianos alejarse al familiar que se ha acordado de ellos, luego se sentarán y esperan la llegada de la vieja muerte, y descifrarán al fin, el misterio que todos los vivos, ricos y pobres, anhelan dejar de temer.
Quién sabe, puede que el descanso biológico sea el inicio de otro viaje , tú eliges el paraíso o otra dimensión energética, la residencia de ancianos o una transición armoniosa en la naturaleza.