En nuestro ideario encontramos la imagen de las cloacas como un lugar oscuro, oculto, maloliente e infecto, habitado por ratas y sucios insectos que se remueven entre la suciedad y desechos.

No es un lugar ficticio, existe, y está cerca de todas partes. Es un lugar ignorado y olvidado, pero cada día le arrojamos todas nuestras inmundicias que no tienen lugar en un hogar sano y limpio.

En los últimos tiempos se utiliza mucho la palabra cloacas para ubicar y describir actividades oscuras y sucias al margen de la imagen limpia y sana que debiera tener aquello de lo que estamos hablando.

¿ A cuento de que se habla ahora de cloacas?

Sencillamente por un sano ejercicio de visibilidad de lo que ocurre. Investigaciones periodísticas o esfuerzos de personas que hacen públicas la actividad y uso que se hacen de las cloacas, ocultas, sucias, al margen de lo aceptable, leyes y normas a las que creemos que todos estamos sujetos.

Pero no, al parecer, el ejercicio del poder necesita moverse por esos lugares ocultos a la vista de todos y usar a sus habitantes para “resolver” cuestiones molestas que si o si deben ser resueltas. El ejercicio del principio de que los fines justifican los medios.

Tan antiguo como que nos organizamos en sociedades cuyos individuos se juzgan entre si.

En estos tiempos donde la sociedad convulsiona en cuestiones estructurales, el movimiento en las cloacas ha sido muy notable.

Es fácil conseguir que las ratas acostumbradas a sus vidas entre despojos, accedan a hacer lo que haga falta bajo la promesa de salir de su vida miserable. Es fácil convencerlas para que traspasen las líneas rojas y sirvan fieles a sus salvadores o protectores que garantizarán su nuevo paraíso prometido.

Lo alarmante es la normalización de la gente de la superficie ante el uso de las cloacas y sus habitantes. La aceptación de que existen, se usan, y se mantienen emponzoñadas en la oscuridad, es más, en cualquier momento puedes ser invitado a entrar en ellas y ser un “medio” que justifica un “noble” y necesario fin, y ser recompensado por haber pasado un tiempo entre el hedor, la oscuridad y las ratas, que a partir de ese momento formarán parte de tu vida aunque no lo quieras.

No podemos pensar en un lugar donde vivir sin que se habilite un espacio para gestionar y tratar nuestros deshechos. Es una cuestión de salubridad, sin embargo debemos procurar que ese lugar, que por su función nadie quiere acercarse, no sea el hábitat de nada, ni el lugar por donde se ejecutan oscuros secretos, que no sea un mundo paralelo donde no hay líneas rojas y los que ostentan poder ocultan su maniobras prohibidas en la superficie donde todo el mundo mira.