El siglo XXI evalúa a las personas por la eficiencia de su memoria cortoplacista no su capacidad reflexiva, pese a ello exige excelencia intelectual, como si saliera de la nada.
Están adiestrados a vomitar conocimientos y no a integrarlos. Vivimos en una época en la que las personas son evaluadas principalmente por su capacidad de recordar información de forma rápida, lo que conocemos como memoria cortoplacista.
Sin embargo, lo que se pasa por alto es la importancia de la capacidad reflexiva, esa habilidad interna que nos permite analizar, comprender y aplicar conocimientos de manera profunda.
Paradójicamente a como se nos educa, nos encontramos inmersos en un mundo que exige excelencia intelectual habiendo pasado por un proceso inhibición de la creatividad, de aprender las cosas rimando,nunca se nos ofrecieron las herramientas necesarias para desarrollar la “excelencia” adecuadamente.
Nos presionan para ser brillantes, para destacar en nuestra área de expertise, como si de alguna manera tuviéramos que sacar ese talento de la nada. Pero, ¿ Alguien nos explicó cómo lograr la integración de los conocimientos? ¿Dónde queda la conexión entre las ideas y la capacidad de aplicarlas en situaciones concretas? Quizás, hay personas que lo llevan en su ADN, e integran, pero no recuerdan si en el temario que había que estudiar, la coma de una pregunta estaba antes o después en el redactado de 4 respuestas posibles, y quedan relegados a un supuesto fracaso, y ganan los que recuerdan pero no integran, llega la hora de la verdad, de pasar de lo teórico a lo práctico, y los de la buena memoria te recitarán en rima lo que hay que hacer, sin saber el “como”.
En gran medida, se nos da formación orientada a “vomitar” conocimientos, simplemente regurgitando información sin