En la noche eterna de encantos velada,
una hoguera arde con fuego infernal,
y en su fulgor danza la hermosa mujer,
Impura y corrupta antes de su salto ritual.
Eleva sus brazos hacia el cielo estrellado,
invocando mágicas fuerzas ancestrales,
busca en las llamas la sanación deseada,
liberando males, venciendo pesares.
La hoguera crepita, cual lenguaje sagrado,
y ella, en su salto, se funde con el fuego,
llevando consigo sus penas y pecados,
en este rito antiguo, en este juego ciego.
Con cada chispa, renace como el ave,
susurra secretos en el viento nocturno,
cual crisálida en llamas, cambia su ser,
desde el umbral al otro lado se sumerge.
Los malos espíritus se consumen en brasas,
y ella emerge, purificada y serena,
con el alma liviana y oportunidades otorgadas,
una nueva esencia, virtuosa y plena.
Sus pies tocan el suelo, prendido su pasado,
y en su mirada brilla una luz divina,
pues en la hoguera encontró el renacimiento,
sanando heridas, en paz se encamina.
¡Oh, dama valiente, de corazón vibrante!
Tu salto ha desvelado brevemente tu verdadero ser,
pues en el ritual hallaste tu destino,
y ahora, resplandeces sin tu antiguo poder.
En esta noche mágica y ancestral,
donde los fuegos sagrados iluminan el cielo,
la dama purificada, llena de esplendor,
se abraza a la vida con fervor y desvelo.
Así, en la berbena, la danza perdura,
y el fuego ancestral arde en cada corazón,
pues renacer tras la hoguera es un regalo,
y la dama encontrará su redención.
Que la virtud del mundo espiritual,
impregne su ser y sus pasos guíe,
que la belleza de su alma florezca,
En un solsticio más donde ella sonríe.