Lo que te voy a explicar, es totalmente real y ocurrió hace dos noches.

Yo estaba peleándome por mantener los ojos abiertos ante un libro que quiero acabar…sin demasiado éxito.

Sonó mi móvil, indicando que había recibido un mensaje.

No tengo por costumbre contestar a personas desconocidas, ni dedicar más tiempo del necesario a las redes sociales. Sin embargo…leí.

Dos breves líneas y un mensaje de voz.

Dos líneas que me pedían, por favor, un minuto de mi tiempo, solo un minuto.

Un mensaje de voz, que entre lágrimas, me pedía que escribiera sobre lo que venía a continuación.

Acto seguido, recibí dos fotografías de dos páginas de papel manuscritas que al leerlas me dio un vuelco el corazón.

Asi que ahora y con mucho miedo por la responsabilidad, te cuento esta historia real manuscrita en una hoja de papel, que viajó una noche hasta mis manos.

Sandra, llegó a este mundo con una bonita sonrisa, al poco tiempo se convirtió en una niña alta y guapa, hablaba de todo lo que veía, lo que sentía, lo que descubría, jugaba, bailaba, preguntaba lo que no entendía y pensaba en sus amigas, porque es lo que se hace cuando estás llena de vida.

Sandra cumplió siete años, una noche , como cualquier otra, se cepilló los dientes, se peinó frente al espejo mirándose y sintiéndose hermosa, se puso su pijama y se acostó.

Cerró los ojos y a su cabeza llegaron los sueños dulces y suaves, porque así llegan los sueños cuando tienes siete años.

Pero aquella noche…

En medio del sueño, la pequeña Sandra empezó a temblar, no era de miedo, ni de frío, era mucho peor.

Su pequeño cuerpo empezó a convulsionar en su cama, como una muñeca de trapo rodando escalera abajo. En el silencio de la noche, en la soledad de su habitación, entre sus dibujos y juguetes… y nadie supo que ocurrió.

Cuando Sandra abrió los ojos, ya no era capaz de hablar como lo había estado haciendo hasta hacía unas horas y apenas se entendió a sí misma…

Hay dos niñas en la clase, se susurran al oído y se ríen.

Hay una niña en su mesa que las ve… y llora.

Hay un doctor que ilumina los ojos de una niña, y aun no sabe que busca.

Hay una madre que se asoma furtiva al patio del colegio, y aprieta los dientes.

Hay una niña tendida en una camilla, con cables pegados a su cuerpo, y una máquina registra datos que no dan respuestas.

Hay un niño, que dibuja sobre un papel un monstruo con forma de niña, escribe un nombre y lo pasa.

Hay una maestra que mira hacia otro lado, al fin y al cabo, los niños hacen cosas de niños.

Hay un niña frente a un espejo, grita y se odia.

Hay mucha ropa sin tender, platos rotos en el suelo, una madre se mira las manos y no consigue que dejen de temblar.

Hay unas niñas que cantan girando una cuerda, otra la salta y otra se sienta en la sombra, se tapa los odios, y no entiende porqué ellas se lo han prohibido.

Hay un abrazo en la noche, un te quiero al odio, un sufrimiento compartido, una estrella que llora y un muñeco tendido.

Hay un informe sobre la mesa, un médico con el estómago dolido, demasiado pequeña para merecer ese castigo.

Hay una madre lejana que le habla a la otra, buscan alianzas para separarla de sus niños.

Hay una niña sentada frente a un hombre con sotana, el hace preguntas, ella no entiende y mira por la ventana.

Hay un niño que se acuesta, con un cachete en la cara, una madre enfadada cierra la puerta y piensa como no pronunciar la palabra.

Hay unos ojos que miran, el azul del limpio cielo, los ojos vuelan lejos a un mundo donde los niños… donde no hay niños.

Ella se llama Sandra, su dolor es infinito, cuando habla no la entienden, cuando escucha no comprende, tiene 7 años y tiene miedo a dormirse por si vuelve el monstruo a por ella.

Sandra, finalmente, después de mucho tiempo, fue diagnosticada con FLK. ( Síndrome de Landau-Kleffner)

En esta historia no importa en que consiste, ni que efectos técnicos tiene, aunque sea una enfermedad rara y, como suele pasar, con insuficiente investigación.

En esta historia lo que importa es que esa niña, no se rindió.

No pudo seguir estudiando porque su capacidad llegaba a la velocidad del resto.

Ella quería ser modelo, pero su padre no lo permitió, ella es alta y guapa y se quiere y en ello encuentra en su rincón de afecto robado.

Llegamos al final de la historia que aún leído esto, seguirá escribiéndose.

Se acaba mi misión de poner voz a quién, bien pudiera, contarte los secretos del alma.

La pequeña Sandra, creció, encontrando formas de ocupar un lugar en la mundo.

Tanto fue así que conoció a alguien especial, y a los 20 llenó su vientre de vida.

Lo llamó Raul, su milagro, su tesoro, un bebé que la amaba por encima de todo, y con ello Sandra, fue por primera vez bendecida.

Raul, fue un niño, sano, guapo e inteligente que con el tiempo entendió que su madre era una guerrera. Y cuando se quedaron solos, se juró no permitir que su dolor persistiera.

Hoy la pequeña Sandra tiene 44 años, corre por las montañas, disfruta del viento en la cara, de los árboles, de llegar a la cima y … respirar.

Acumula un montón de medallas y el aplauso de quien lo deja atrás en carreras imposibles.

Y este es su mensaje: “Dile a la gente que trate bien a los niños que son diferentes, porque son en verdad, iguales. Con los mismos derechos, con las mismas libertades, con las mismas emociones, pero con dificultades.

Diles que nadie es mejor que nadie, que cada uno lleva su lucha, que las apariencias engañan, que hoy podría seguir sin decir nada, pero que eligió luchar, con tanta fuerza que hoy logra expresarse y correr por las montañas.

Consiguió que la escribieran las que de pequeña la odiaban, solo por ser diferente, cada una le contó su arrepentimiento por tanto dolor.

Esas niñas, hoy mujeres, le pidieron que las perdonara, aplaudieron su fuerza y valor y que como ejemplo la tendrían ante sus niñas, ahora ya, informadas.

Sandra no dudó en dejarlas perdonadas, fijó su vista al frente, quien sabe si con las heridas cerradas.

Estos 60 días de confinamiento, Sandra ha estado sola, le llegó una noche, no se como, un escrito de quien te habla. Y en esa soledad, revivió la noche en que todo cambió.

Y decidió que pudiera ser su voz para traerte la historia de dolor, lucha y superación de Sandra.

El resto, lo conoces, solo te pedí 2 minutos, con este tres. Ojala que con ellos haya cumplido mi cometido.

Antes de escribir estos tres minutos, hablé con Raúl, ( El hijo de Sandra) ya tiene 27. Le conté el mensaje de su madre y crucé los dedos para que lo apoyara, y sin dudarlo, dijo “Si, ella es alucinante.”

Aquí te la presento, está leyendo esto contigo, y lloro por si consigo traerle un pedazo de alma.

https://www.facebook.com/sandra.gomezmontesinos1

No quiere dinero, no quiere compasión, ni adherirse a una campaña, quizás la amistad sincera del quien le dé igual como habla, porqué si, habla un montón, en el idioma de Sandra.

Yo no te voy a pedir nada, solo darte las gracias por tus tres minutos y si llegaste hasta aquí, recibir el mensaje de Sandra.

Termino, y te digo, ya con mi voz y no con la de Sandra. Que le conté esta historia a Aleksandra, mi fotógrafa documental preferida. Es alguien que con las imágenes de su cámara cuenta historias del mundo entero y captura su alma.

Convenimos documentar el mensaje de Sandra, ella con sus imágenes increíbles y yo con algunas palabras.

Te contaré, si te interesa, el Progreso del documental, paso a paso en el blog, sin ánimo de lucro, como no puede ser de otra manera, Las historias y lecciones de un mundo que gira, habla y llora con lágrimas de colores.

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