La Segunda Guerra Mundial duró 6 años (1939 – 1945), unió a países como Inglaterra, Estados Unidos y Rusia en un frente común contra la distopia Nazi que se había convertido en una amenaza global.

Una apreciación moderada cuenta que la guerra costó la vida a 60.000.000 de personas. Como resultado del conflicto se crearon las Naciones Unidas y los derechos humanos.

El único tratado de la ONU que ha sido firmado por todos los países miembros, fue el tratado de Montreal en 1987.

Se firmó para poner fin al agujero de Ozono que ponía en peligro a la vida en el planeta.

Aunque no se le ha atribuido ninguna muerte humana directamente.

El agujero de ozono se descubrió a finales de la década de 1970.

Así que, podemos decir que los países tardaron 17 años en reaccionar a una amenaza global. De hecho la prohibición del uso de CFC entro en vigor en 1989, así que, de forma efectiva , a los países les costo reaccionar unos 19 años y se calcula que hasta el 2050 o 2060 el agujero haya desparecido. ( siendo optimistas).

No parece que podamos esperar gran cosa del consenso internacional a las amenazas globales, la pandemia del COVID se empezó a extender en diciembre de 2019 y a 11 de Abril de 2020 ( 4 meses) y según cifras oficiales han muerto cerca de 104.000 personas, probablemente el tiempo cambiará las cifras a peor y se estima un impacto económico de dimensiones aún desconocidas.

Sobre el virus, aún no hay descubierta una vacuna, aún no hay consenso de las diferentes naciones de cómo afrontar la amenaza. Ni de los partidos políticos, ni de las administraciones, hay desconfianza entre unos y otros porque unos y otros tienen intereses diferentes.

Es pronto, solo han pasado 4 meses, ninguna organización internacional, empezando por la OMS ( más que nada por ser su ámbito), ni la ONU, ni la EU, ni nadie, ha sido capaz de reaccionar y liderar una gestión de la amenaza de forma global, aunque aún hay quien sigue sin considerarlo así.

Pero en el siglo XXI, con todo su bueno y con todo su malo, hay quienes nos lo vemos venir, la hiperconexion, la hiperonflrmacion llevan a la confusión e incertidumbre resultante , sumado al miedo a la amenaza, retrocedemos a las conductas que antaño, se nos recuerda que estábamos a salvo. Las conductas repetidas en todas las crisis de la historia, no hace falta describirlas.

Me conformo con la idea de “cuando pase la tormenta”, algo haya cambiado, que no nos esforcemos por retroceder, si no por amplificar ese algo en la línea de la gestión global, del dar valor al criterio de los que tienen talento ante las diferentes adversidades y quitárselo a los que hacen un uso abyecto del poder.

Del colaborar, del ayudar, del dar las gracias, del entender y actuar, sobre todo del aprender de muchas fuentes, hablar menos y hacer más.

Ojalá en diciembre de 2020, pueda volver a hablar de este asunto con mejor optimismo y viendo crecer la semilla de un gran cambio y que las generaciones más jóvenes, mis hijos incluidos, despierten de ese letargo intelectual y reaccionario, que entiendan lo que no funciona y lo cambien por algo mejor, no lo llamemos capitalismo, ni comunismo, ni siquiera humanismo, que tenga un nombre nuevo, un cimiento nuevo, una visión nueva y una forma de actuar nueva.

Llamémoslo, en su primera etapa, Alamierdismo.